Aquel caluroso día de verano, en cuanto sonaron los disparos en el centro comercial de Rockpoint, Simone Knox buscó un lugar donde refugiarse, tal y como le habían enseñado. Ella tuvo suerte y escapó de la muerte, pero nunca volvió a ser la misma.
Más de diez años después, Simone sigue luchando contra el dolor, el trauma y el sentimiento de culpa por seguir viva. Dedica gran parte de su tiempo a trabajar en sus cotizadas esculturas en una isla tranquila frente a la costa de Maine. Allí conoce a Reed Quartermaine, otro de los supervivientes de Rockpoint, hoy convertido en detective.
Cerca de ellos hay alguien que también sigue pensando en el tiroteo, y espera el momento para terminar lo que comenzó aquel día.
A veces no hay ningún lugar donde esconderse