Se le debía un reconocimiento desde lo editorial a este artista, y Juan Nin Ferrari logra concretar aquí, luego de una extensa investigación, el primer libro que recoge la vida y parte de la obra del pintor marinista uruguayo Manuel Larravide (1871-1910).
En un contexto de finales del siglo XIX donde artistas nacionales y extranjeros, marinos y viajeros, ya habían plasmado estas costas en luminosas acuarelas, convertidas en litografías para distribuir en Europa, surge la figura de Manolo Larravide, un joven pintor que tras una breve incursión por la Armada Argentina, se dedicó casi en exclusiva a pintar el mar y todo lo relacionado con él. Desde pequeños veleros hasta enormes transatlánticos; puertos y batallas navales; incendios y naufragios; en especial el Puerto de Montevideo, el conocido Vapor de la Carrera y el Cerro de Montevideo; todos pasaron por sus telas. Coincidió en la época, con la construcción del nuevo puerto (1901-1909) y dejó testimonio en varias obras; y si bien casi siempre pintó por propia iniciativa, supo también concretar proyectos pedidos por encargo.
Finalmente, dos breves reseñas: una sobre Manuel Larravide Santos, su único hijo, quien tras una breve incursión por la pintura, se dedicó a la música, falleciendo joven, como su padre, y otra sobre José Pedro Montero Bustamante, amigo de Manolo y pintor de marinas de similar estilo.
A pesar de su corta vida, enorme es la producción que dejó Manuel Larravide, cuya obra —vendida mayormente en Buenos Aires y Montevideo se encuentra en museos y colecciones privadas.
Excelente era la crítica que despertaba en la prensa de ambas márgenes del Río de la Plata, y este libro recoge algunas, documentando por primera vez la vida de un artista que, como nadie, pintó nuestro mar.