Campero incursiona en aspectos íntimos, prohibidos y difíciles de reconocer de la sexualidad de muchos de los hombres que se identifican con la estampa del macho. Hombres que, como todos, han sido vigilados desde niños para que cumplan con las expectativas masculinas de valor, agresividad y destreza (traduciéndose a nivel sexual en compulsión, excesos y consumo de cuerpos), lo cual los distancia de la sensibilidad de su propia piel, así como de la posibilidad de experimentar placer más allá del orgullo de haber cumplido como hombre, afectando su propia salud y la de otras personas.
Cuestionar esa naturalizada sexualidad masculina requiere tocar temas de manera explícita aunque ello resulte indecoroso o incluso obsceno; el libro no es tibio en sus planteos y palabras, interpela a la vida cotidiana y mueve lo consagrado, propicia que las personas, más allá de géneros y orientaciones sexuales, disfruten guiones eróticos singulares y espontáneos que no sean tan solo a lo macho.