Antología 1968-2018.
Cuando Federico García Lorca, tan admirado y querido por Jorge Arbeleche, presentó a Pablo Neruda ante un auditorio de estudiantes españoles, dijo: “La poesía requiere una larga iniciación como cualquier deporte, pero hay en la verdadera poesía un perfume, un acento, un rasgo luminoso que todas las criaturas pueden percibir.”
Precisamente, encuentro en la poesía de Jorge Arbeleche, luego de cincuenta años de ejercicio creativo continuo, infatigable, severo para con su propia práctica escritural, un perfume, ese “magma ajazminado” que recorre la entonación de sus versos, un acento que otorga a su escritura esa “húmeda frescura” que la mantiene indemne al tiempo y a los lectores sucesivos, un rasgo luminoso, que transforma su obra, desde el fundacional Sangre de la luz (1968) hasta sus últimos poemas inéditos, en la de un clásico de nuestra lengua donde siempre se escucha “el eco sin final de la absoluta hondura”, donde siempre se invita, en un ágape dibujado en la red del lenguaje, del gozo y de la sombra, “a tejer los nudos infinitos de esa red”.
Gerardo Ciancio
No todo lo que leo lo es por primera vez, pero quizá son otros ojos mis ojos; siempre, por tanto: un descubrimiento. Y tengo que volver a darle las gracias, Arbeleche, las gracias mayores, no por el libro en sí, sino por haberlo escrito. Medio siglo de creación podría ser suficiente, pero no; afortunadamente, seguirás creando. Gracias también por ello.
Antonio Gamoneda