La sed del ojo gira en torno a la insinuación. En sus páginas desfilan dos protagonistas: la desnudez de la mujer y el ojo del hombre que la mira.
Pero más que esa mujer que posa, es la mirada que se levanta, juguetona, ansiosa, con curiosidad y temor, la que ocupa el meollo de esta recreación de los inicios de la fotografía erótica en el París del Segundo Imperio. Un París donde la música, la pintura, la fotografía y la ciencia aparecen como referentes indispensables para buscar el misterio, siempre escurridizo, de la belleza femenina.
«En octubre de 1860, más de cuatro mil fotografías obscenas fueron confiscadas en el domicilio de Auguste Belloc por la Policía de París. De este decomiso sólo subsisten hoy veinticinco vistas estereoscópicas conservadas en el Infierno del Departamento de Estampas y de Fotografía de la Biblioteca Nacional de Francia. Esta novela imagina tales acontecimientos».
Pablo Montoya